domingo, 29 de septiembre de 2013

V. Fire.

Los días siguientes pasaron fácilmente, decidí hablar con Érika, intentar solucionarlo todo-ya que quizás ella tendría una solución- porque, aunque aquello no era mi mayor problema en ese momento quería estar plenamente bien, sin sentir ningún obstáculo que entorpeciese mi camino. Me lo merecía después de tanto tiempo sufriendo.

Entré en clase con una sonrisa en la cara, no excesiva, porque no quería fingir que todo estuviese bien del todo aunque era mi mayor deseo en ese momento. Miré al frente, y encontré a Érika en una esquina de la clase, apartada de todos, con un atuendo distinto al que solía llevar. Ya no iba completamente de negro, sino que lucía algún que otro color vivo, incluso llevaba una diadema que decoraba su bonito pelo negro. Sus ojos verdes no estaban rodeados por una gran capa de maquillaje negro, brillaban, brillaban como no los había visto brillar hasta ese momento, desprendía libertad, quizás ella también había conseguido escapar de alguna pesadilla que le estuviese impidiendo ser ella.

Me senté en una mesa cercana a la de ella, intentando mostrar mi confianza de nuevo, como cuando me presenté por primera vez, sin embargo, en esa ocasión quería que todo fuese bien, que no volviese a ese oscuro e infinito mundo sin salida, que todo fuese luz.

Terminaron las clases, y en el descanso era el momento de dar el siguiente paso, de intentar conocer una respuesta.

-Ho-hola, Érika. ¿Cómo te encuentras?-me temblaba la voz, era inevitable. Oh no, los malditos nervios volvían a aparecer.
-Hola Álex, ¡cuánto tiempo!-la noté insegura, pero enseguida me mostró una sonrisa.
-Sí...bastante tiempo...-no sabía qué decir...De repente me quedé sin palabras, pero finalmente conseguí arrancar.-Querría hablar contigo...sobre lo que pasó aquel día. Supongo que tú lo recordarás tan bien como yo.
-Oh, claro...Me quería disculpar, te hice daño y huí. Sé que no debería haberlo hecho...Lo siento.
-No te preocupes. Todo va bien. Pero, ¿por qué lo hiciste? Puedes confiar en mí.-Fui al grano. Me sentí sorprendida como después de haberme quedado sin palabras, éstas salieron sin dificultad, como una cascada.
-Sé que puedo confiar en ti. Simplemente...Lo presiento.-Aquello me pareció extraño, ¿qué presentía?
-Y bien...¿qué ocurrió?
-Prefiero que nos alejemos de aquí. No es un lugar muy adecuado para hablar de esto.
-De acuerdo.-dije.

Llegamos a unos bancos que estaban cercanos al instituto, cerca de un bosque. Nos sentamos, cada una esperando el comienzo de la otra.

Érika comenzó a hablar.

-Como sabes me llamo Érika. Vengo de una importante familia italiana. Intento disimular mi acento, porque no quiero que nadie sepa nada.-La verdad es que hasta ese momento no me di cuenta de que tenía algo de acento, pero después de todo lo que me había ocurrido, era en lo que menos podía pensar.-Cuando tenía 7 años hubo un gran incendio en mi casa.
-Oh.-Solté sin ni siquiera pensarlo.-Lo siento...
-No pasa nada. -Se remangó, aunque volvió a poner las mangas en la posición anterior. Se aclaró la voz- Mis padres murieron en aquel incendio y mi hermano y yo fuimos a un orfanato, ya que no teníamos con quién quedarnos...El destino de la adopción era España, algo que me gusta porque nuestro idioma es parecido, aunque en ese momento era lo que menos quería, ya que acababa de perder a mis padres y estaba en manos de extraños, los cuales me iban a enviar a otro país con desconocidos. Nos separaron a mi hermano y a mí, él era el mayor, siempre cuidó de mí, y por eso lo adoro. Mi vida no ha sido nada fácil, Álex, aunque perteneciese a una gran familia italiana mis padres no se llevaban bien, no se amaban, y eso me afectó. Me hubiese gustado ser una niña feliz, pero no fue así. Aquel día, cuando te dañé, lo único que se me pasaba por la cabeza es que debía acabar conmigo, no merecía vivir. No sé por qué, porque lo que más deseo es encontrar a mi hermano, saber cómo está, simplemente eso, necesito saber que está bien.
-Lo siento, de verdad.-No sabía qué decir, no había pasado por una situación así hasta aquel momento.
-No te disculpes, no eres la culpable. La que debe pedir perdón soy yo.
-¿Y ahora, a qué viene ese cambio de atuendo? No es que me importe, lo sé...Pero me ha extrañado.
-Probablemente antes llevaba ropa negra por sentirme protegida, fuera de este mundo, para evadirme, por hacer una especie de luto, realmente no lo sé...Pero he decidido cambiar eso, debo solucionar al menos una cosa en mi vida, luego vendrá lo demás.
-En eso estoy de acuerdo y quiero que sepas que puedes contar conmigo. Aunque no lo parezca yo también he pasado por malos momentos y sé lo que es estar verdaderamente mal...
-Mira, quiero que nos olvidemos de todo esto por un rato, ¿vale? He averiguado que aquí cerca hay una cafetería en la que hacen unos bollos deliciosos. ¿Te gustaría acompañarme?
-Claro. Nos vendría bien algo de chocolate.

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