lunes, 7 de julio de 2014

XIII. Birthday.

-Despierta... Despierta...

Alguien entonaba una dulce nana, de esas que parecen poseer algo mágico que produce el sueño inmediato en los más pequeños. Y aunque es cierto que las nanas sirven para dormir a alguien, también es cierto que nadie suele querer que lo despierten a gritos, y un poco de suavidad no viene nada mal.

Abrí los ojos despacio, tomándome mi tiempo, aquel que había derrochado hasta entonces, y lo primero que visualicé fue el rostro de Aitor. Con intención de que no viese que me encontraba despierta, cosa que resultó nula, parpadeaba en contadas ocasiones, despejándome poco a poco.

- Buenos días, Álex. ¿Cómo te encuentras? Te he preparado el desayuno. Aquí tienes.-Dijo mientras depositaba una bandeja sobre la cama.- Oh, por cierto, ¡felicidades!

De pronto mi mente sufrió un vuelco, lo que ya era rutina para mí, y multitud de imágenes comenzaron a volar por mi mente; ¿no se suponía que yo estaba en el bosque? ¿Sola? Cada vez entendía menos las cosas, pero realmente no quería ningún tipo de explicación, no en aquel momento. Aquella doble vida es lo que realmente 'me daba la vida' de alguna manera, aunque no comprendiese qué ocurría cada vez me sentía mejor.

Me incorporé en la cama, intenté peinar mi pelo revuelto y bostecé. Por no parecer maleducada, aproveché la ocasión en la que Aitor fue a lavarse las manos al baño y me estiré. Me senté en la cama y esperé a que volviera.

- Bueno, bueno, ¿cómo se siente la cumpleañera? 

Vaya, así que era mi cumpleaños...  ¿Cuánto tiempo había pasado?

- Te parecerá exagerado, pero me siento mejor que nunca. - Reconocí, sin miedo por lo que pudiera pasar.

- ¡Genial! Te he preparado unas galletas, espero que te gusten. Es la receta tradicional de mi abuela, en la que he añadido algo de mí.

Cogí una de las galletas del plato y se la ofrecí. Él negó con la cabeza.

- No no. Quiero que la pruebes tú antes y me digas qué tal está, porque seguro que si la pruebo yo diré que está buena aunque sea horrible.

Una pequeña risa salió entre mis labios, y mordí un trozo de la galleta. ¡Estaba deliciosa! Cada pepita de chocolate era como una explosión.

- Están muy buenas, Aitor.

- ¿De verdad? 

- ¡Claro que si!- Me terminé la primera galleta y cogí otra del plato.- ¡Venga, prueba una!

- Hoy no, quizás otro día.

- ¿Por qué? ¿Te encuentras bien?- Le miré extrañada.

- Sí, pero esta es una parte de tu regalo, así que no me lo voy a comer. Además, imagínate que me enveneno y la receta queda conmigo.-Rió.

Mi expresión de felicidad cambió de golpe por una de tremendo asco, Aitor siguió riéndose y añadió:

-Era broma...

Terminé de comerme la segunda, y dejé las que quedaban en el plato porque me empecé a notar hinchada. Pensé que quizá esa era la primera comida 'real' que había introducido en mi cuerpo hasta ese momento. En parte, quería tener alguna explicación de lo que estaba pasando, y Aitor quizá me pudiese contestar.

- Aitor, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Sí, dime. -Dijo mientras preparaba mis patines en una bolsa, y algo de ropa para cambiarme.

- ¿Qué ha pasado?

-¿Qué ha pasado de qué? -Decía tranquilo mientras seguía preparando cosas.

- Vamos, no me engañas... Sé que algo me pasa, y quiero saber el qué. 

Se detuvo, suspiró y disimulando que no había oído nada siguió a lo suyo. 

Me levanté de la cama y me dirigí hacia él. Le cogí de la camiseta para que se diera la vuelta, y se resistió. Me cogió de la cabeza, con suavidad, y retiró mi pelo de la cara. Me acarició la mejilla, y eso me gustó, porque su roce con mi piel parecía mismo resultado del amor.

- Álex, prométeme que no dirás nada, sobre todo a tu abuela... La juré que no diría nada y sobre todo a ti. Sentémonos. 

Me cogió de la mano y nos dirigimos a la cama, ya sentados se aclaró la voz para comenzar a hablar.

- Álex, aún no estamos seguros de qué puede estar pasando, pero algo sospechamos... A ver, cómo decírtelo...

- Aitor, dilo ya, por favor.

- De acuerdo. - Noté cómo le temblaba la voz. - Nunca me había enfrentado a algo así. Pero se supone que tú no eres como yo. 

- ¿Que no soy cómo tú? Dime qué soy entonces. - Mi cabeza comenzó a calentarse, e hiperventilaba.

- Álex, tranquila. - Dijo mientras me acariciaba la mano. - En realidad no sé qué contarte, es todo muy confuso. Sabemos que algo pasa, bueno, te pasa, pero no sabría cómo explicártelo. Lo mejor que puedes hacer es que se lo preguntes a Nana, pero no le digas que te he contado algo, por favor.

- De acuerdo... - Comencé a impacientarme por saber qué me podía estar ocurriendo, pero aun así tenía la certeza que no sería peor que lo que había estado viviendo hasta ese momento.

Aitor percibió mi intranquilidad y me abrazó. Sentir su calor junto a mí era una de esas sensaciones que me llenaban por dentro. A pesar de no tener una seguridad clara sobre mi futuro, le tenía a él, y eso contaba para que no me corrompiera del todo.

- La verdad es que no hay nada seguro, Álex... Todo lo que sé, o que haya podido oír es que debes descubrir tú sola lo que te pasa. Es tu vida, por lo que nadie puede meterse en ella, porque es como si tu alma tuviese un cerrojo del que tú sola tienes la llave y solo tú puedes abrirlo e introducirte en ella.

- ¿Y no puedo hacer copias de la llave? - Intenté quitarle hierro al asunto.

- Álex, tú y tu sentido del humor... - Me acariciaba el pelo con suavidad.

- Ya no percibo la vida de otra manera, Aitor. Sea lo que sea que me esté pasando no quiero atrancarme en ello. Tengo diecisiete años, debo vivir. Además, he vivido cosas maravillosas dentro de esta pesadilla. He podido estar dentro de lugares en los que nunca pensaría que pudiese estar, que no podría percibir por mí misma. ¿Y si mi verdadero lugar es ese? Quizá os podría llevar a todos. Sería lo único que necesitaría.

- Alejandra, no es tan fácil. Al igual que todo esto te ocurre a ti, eso no significa que los demás podamos introducirnos en tu mundo. Recuerda, es tu alma la que se encuentra cerrada, y solo tú tienes la llave.

- Es injusto... Es muy injusto... Y no pienso quedarme así, sin más, asimilando cómo pasa mi vida y yo sigo ignorante de mis propios cambios.

- Es comprensible. Y sé que yo no puedo meterme en ello, pero intentaré el modo de encontrar una solución. Lo prometo.

Él seguía allí. ¿Qué más necesitaba?

- Bien... -Me separé de él, dejando una de mis manos enredada en su camiseta, sujetándolo simulando de alguna manera una cadena que jamás me separaría de él, para que en el momento adecuado, pudiese meterse en aquel mundo mío que se encontraba enjaulado. - ¿Por qué no celebramos mi cumpleaños como se merece?

- ¡Claro! ¡Claro! Estupendo. Vayamos a por Nana y os invito a comer si queréis.

- Oh, vaya. ¿Has traído más comida?

- Pretendía invitaros a comer a un restaurante.

- Oh, qué servicial. O debería preguntarte, ¿de dónde has sacado el dinero?

- Es cierto... Tú no lo sabes.

- ¿Saber el qué?

- ¡Tengo trabajo! Resulta que en una de las veces que iba a buscar ruedas para el skate, encontré un cartel en la tienda en el que necesitaban dependiente. Y bueno, ofrecí mi 'curriculum' y no sé cómo me cogieron.

- ¡Me alegro mucho, Aitor! Entonces tenemos dos acontecimientos que celebrar. ¡Vamos!