lunes, 16 de diciembre de 2013

VIII. Fiebre.

'La pura realidad que nos atrapa...'

Vaya, otra canción más en mi cabeza, y me daba igual. Tenía a Aitor conmigo, me estaba abrazando, notaba su olor y la suavidad de su piel. No quería nada más. Pero, ¿qué me estaba pasando? Aitor era simplemente mi amigo, aunque en ese momento lo único que deseaba es que el tiempo se detuviese y nos quedáramos así eternamente, pero no pertenecíamos a ninguna típica película en el que tendríamos un final feliz por mucho que todos los acontecimientos resultaran irreales.

-¿Volvemos a casa?
-O hacemos del bosque la nuestra.- Pero, ¿qué estaba diciendo? Aunque no se alejaba de la realidad...

Aitor comenzó a reírse, y le callé con un beso. Aún no me creía que estuviese haciendo aquello porque jamás había besado a nadie, y que ya me saliese tan natural me parecía nada menos que impresionante.

-Volveremos, te lo prometo, pero ahora debo llevarte a casa, Nana estará preocupada por ti.
-De acuerdo.

Cogimos el primer autobús que pasó para dirigirnos a casa. Nana nos esperaba en el recibidor del porche como si supiese a que momento exacto llegaríamos allí.

-Hogar dulce hogar-pensé.

Nana me recibió con un abrazo y me colocó una manta sobre los hombros, Aitor entró con nosotras. 

-¿Cómo te encuentras, Alejandra? ¿Estás bien?-Preguntó Nana con impaciencia mientras demostraba lo contrario por su tranquilidad al acariciarme el brazo.
-Sí, sí. No ha sido nada, Nana, no hay de qué preocuparse. Simplemente me invadió el sueño y me quedé dormida.
-¿En el bosque? Bueno, no le demos importancia, estás aquí. Voy a prepararte un chocolate, ¿Aitor quieres?
-Oh, gracias señora Nana, pero yo mejor vuelvo a casa, es tarde.
-Quédate, por favor.-Le dije.
-Vale pero...debo llamar a mi madre.
-Claro, ya sabes donde está el teléfono.-Apareció una sonrisa en mi cara que provocó una en la suya.

No me extrañó nada la reacción de Nana, sé que realmente se preocupaba por mí, me quería, era evidente, pero Nana era la persona más optimista que había conocido nunca, a pesar de los problemas que había tenido en su vida, siempre salió adelante demostrando ser una mujer luchadora algo que según mis padres heredé y no me cabía otra opción que aceptarlo al ver cómo había sobrellevado aquellas situaciones. Nana era única-sí, sé que no he conocido a mucha más gente en mi vida, y menos mujeres-y sólo ella sabía cuando estaba mal y cuando necesitaba ayuda, algo que ella siempre me podía proporcionar-sin contar lo mucho que me divertía jugar con Nicki, pero era un hámster. 

Nana volvió con tres tazones con chocolate en una bandeja acompañados por un plato con cookies, un delicioso manjar para una tarde fría de otoño como aquella. Mientras tanto, Aitor bajaba de las escaleras desde el baño superior, supuse, y se sentó junto a mí en el sofá. Nana debió percibir algo de lo nuestro.

-¿Para cuándo la boda?
-¿Qué?-comencé a reírme a carcajadas mientras el rojo le subía por la cara a Aitor hasta llegarle a las orejas que estaban algo descubiertas a pesar de llevar un gorro.
-Era broma...-rió Nana.-Lo siento, sé que os agrada mi presencia pero hoy no he tenido mi sesión de relajación y debo escribir, así que os dejo por un rato. Volveré.

Nana era una aficionada a escribir, a pesar de ello y de la buena relación que teníamos nunca me había dejado leer ninguno de sus escritos y aunque no entendía por qué, lo respeté. Ella era la que me contaba los cuentos en la cama cuando era pequeña escritos por su puño y letra, y juro que no hay mejores fantasías que las que me narraba ella. La mayoría hablaban de sueños, de cumplirlos, siempre me juraba y perjuraba que los sueños se harían realidad algún día, y sobre todo a mí por ser su nieta. Yo me lo creía, mi inocencia me lo permitía, pero cuando crecí dejé de pensar en ello. Aunque me quedaba la esperanza de conseguir mis sueños no lo veía como un destino fijado y nadie dijo que iba a ser fácil hacerlo. Y, a pesar de no creerme ya sus fantasías, cuando caía enferma de mayor ella seguía contándomelas para tranquilizarme, yo caía rendida en el sueño profundo y, según ella, con una sonrisa dibujada en mi cara-quizás soñando con aquellas historias increíbles-. 

 A continuación, Nana subió las escaleras con la taza de chocolate y una galleta. Aitor y yo nos quedamos solos de nuevo.

-¿Te apetece ver una película?
-Claro, ¿por qué no?-lo notaba incómodo y aún tenía la cara roja.
-¿Te ocurre algo, Aitor?
-No...Bueno, la verdad es que no me encuentro muy bien-el rojo de su cara parecía acuarelas mal disueltas.

Le retiré el gorro y le toqué la frente, tenía fiebre. Mientras comenzaba a tiritar me dirigí al baño a por una toalla mojada para ponérsela en la frente.

-Has cogido frío seguro. ¿Para qué me diste la chaqueta?
-Debo ser un buen caballero, ya sabes si no...-sonrió mientras simulaba que le cortaban el cuello y señalaba hacia arriba, refiriéndose a Nana.
-Anda, ven.-Me senté en el sofá e hice que posara su cabeza en mis piernas, poniendo un cojín para que estuviese cómodo. Le coloqué la toalla mojada en la cabeza y él respondió a ello con una mueca de desagrado.-Sé que está fría, pero será mejor para ti.-Dije mientras acariciaba su pelo formado en una pequeña cresta que asomaba mechas doradas.

Puse la televisión y haciendo zapping coincidí con un canal de música, donde estaba sonando una de nuestras canciones favoritas que definía el momento a la perfección. Lo dejé, era una canción calmada y Aitor necesitaba relajación. Sin embargo, él se acercó a mí y me susurró al oído.


'Será nuestra canción y no nos importará que nos arrastre...'

-La canción que se encuentra tanto al principio como al final del capítulo es 'Anticiclón de Iván Ferreiro y Leiva'-

lunes, 9 de diciembre de 2013

VII. Woods.

-Alejandra, Álex, Alejandra, ¡despierta!

Noté como me zarandeaban, me desperté con la respiración acelerada, no sabía dónde me encontraba.

-¿Qué...qué pasa?-dije aún soñolienta.
-¿Que qué pasa? Te has quedado dormida en medio del bosque. ¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Te encuentras bien?
-Sí...sí, creo que sí. ¿No tendrás algo de agua?
-Sí, claro, aquí tienes. -Aitor me dio una botella de agua, bebí con ganas, me sentía sedienta, vacía.-Bueno...ahora me puedes decir ¿qué ha pasado? ¿Te ha traído alguien aquí?
-No, ¡no! ¿Qué te ocurre, Aitor? Te encuentro alterado...
-Lo siento, estaba preocupado. Me llamó Nana porque no sabía dónde estabas y no sé cómo mi intuición me ha traído hasta aquí. Anda, ten-se quitó su chaqueta y me la puso por encima de los hombros, olía a él, era reconfortante.

Nos hallábamos en el bosque, y  supuse que serían aproximadamente las 7 de la tarde de un frío otoño; el cielo comenzaba a oscurecer, tomando un tono azul característico relacionado con el frío, las hojas bañaban el suelo con toda su espesura, y aparecía la primera humedad acompañada de helada de la noche. A pesar de ser una noche fría, yo no me sentía así, quizás sería por la chaqueta de Aitor, que pronto le devolví al no poder verle sin ella-se estaría helando-o quizás sería otra de las muchas cosas raras que me estaban ocurriendo. Opté por la segunda, pero no le di importancia. 

Aitor me dirigió más allá del bosque, comenzando en la parte de las montañas, algo que me extrañó, pero aún a eso no le di importancia. Probable era que ya estuviese acostumbrada a las cosas extrañas, por lo que no me incomodaba y menos con su compañía.

El sonido principal eran nuestros pies pisando las hojas secas del suelo junto a la respiración de Aitor. Un hilo de vaho le salía de la nariz, y le daba al paisaje un toque azul blanquecino, hacía que lo viese aún más reconfortante. 

De pronto comencé a preguntarme lo que siempre me preguntaba cuando viví las cosas extrañas, sentí que volvía a aquella horrible rutina: ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué nada me parecía extraño? ¿Por qué me llevaba Aitor más allá? Y lo más importante, ¿por qué me sentía tan bien? La última pregunta la respondí de inmediato, yo misma había soñado con un bosque en el que lo dibujé en mi mente como mi propio paraíso, a pesar de encontrarme sola, lo encontraba cómodo y no sentía ningún tipo de miedo, eso era algo que había cambiado.

Aitor se paró de repente, y se me ocurrió mirar más allá de él. Era impresionante, nos encontrábamos encima de las montañas, ya habíamos pasado el banco de niebla, y desde allí podían observarse todas las luces de la ciudad como puntitos pequeños simulando las estrellas, cada una con su parte especial. Nosotros podíamos ver todo el pueblo, en cambio ellos ni se podían imaginar que nos encontrásemos allí.

Aitor se sentó, y yo le imité. Aquel paisaje que se encontraba en frente de nosotros me causó una sonrisa. Noté cómo Aitor me miraba, pero no quise mirarle, no quizás del modo en el que me miraba él. Sacó su teléfono móvil, y me levanté suponiendo que aquel momento de relajación había acabado y que estaría llamando a Nana para no preocuparla ya que volveríamos a casa. Pero él, al verme con el ademán de irme, dio unos golpecitos en el suelo con sus manos, que estaban cubiertos de unas manoplas.

-Quédate.

No dije nada, porque no sabía que decir y porque a lo mejor no había que decir nada. Nunca me había encontrado en una situación así, pero al no verla grave y comparándola con las anteriores, opté por sentarme, esta vez más cerca de él.

De pronto, comenzó a sonar una canción, una canción que él empezó a cantar en susurros, cada vez subiendo el tono de su voz más. No sabía que Aitor cantase tan bien. Enfatizó en un frase:

''El aire de aquello que nunca te dije, palabras que el viento a su antojo dirige''.

Me marcó, me quedé petrificada y sin saber cómo actuar, comencé a reírme a carcajadas, pero paré, porque supe en el momento que no era una buena respuesta a eso. Y aún así, Aitor no se lo tomó mal.

-Sé que canto mal Álex. Es algo que deberías saber hace años.
-No, no, no Aitor, para nada. Es más...me...me encanta tu voz.-Me ruboricé, aunque nadie más que Aitor podía pasar tanta vergüenza.
-Entiendo...Gracias.-Apareció una medio sonrisa en su cara.
-Ya que veo que tú no tienes la intención de decírmelo, ¿qué hacemos aquí?

Aitor se aclaró la voz, sus manos temblaban.

-Verás...-tartamudeaba y por ello posé mi mano en su brazo. Suspiró de tranquilidad.-Este lugar, es mi favorito, de aquí. Lo veo especial, y desde hace años cada vez que me encuentro mal y necesito evadirme, vengo aquí. Desde aquí todo se ve más pequeño, y no sé por qué, pero pienso que mis problemas son tonterías a comparación de los de los demás.-Señaló hacia las luces de las casas.

-Cada problema es importante, no tienes porque sentir tus problemas inferiores.
-Lo sé...Pero, realmente no quería decirte esto.
-Bien, tú dirás...

Y no dijo nada. Simplemente me besó.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas y sólo una cosa aparecía en ella, ¿pertenecíamos a un sueño o a la realidad?

-La canción que canta Aitor es 'El día que hizo más viento que nunca' de Carlos Sadness-