jueves, 24 de abril de 2014

XII. Paraíso.


''Fue tal vez una historia incapaz de olvidar, de las que siempre acaban con un oscuro final... Sueños que se han roto y otros se partieron por la mitad...''

Me quedé atenta, escuchando aquella canción que sonaba en la radio, una canción que concordaba totalmente con lo que había vivido hasta ese momento, aunque yo deseaba que aquello no tuviese un oscuro final.

Cuando terminó me entraron unos deseos terribles de dibujar, de pronto mi mente era una caja llena de ideas, y las plasmé en un papel con la tinta de uno de mis bolígrafos favoritos. Mi mano iba sola sobre el papel, como si algo sobrenatural la dirigiese, y yo me dejé llevar. Cuando terminé observé aquel dibujo, era la estampa de un bosque oscuro pero que a la vez transmitía confianza, como si allí estuviese concentrada toda la tranquilidad que llevaba buscando tanto tiempo. Deseé con todas mis fuerzas vivir en un lugar así, pero llevándome algún trocito de mi vida, como a Nana, Nicki y Aitor.

Cené totalmente evadida del mundo, como si un mundo paralelo me hubiese absorbido. En mi cabeza sólo había imágenes de aquel bosque oscuro y profundo, y quizá detrás de esa profundidad se encontraría la luz que llevaría al final de aquella tortura.

En la cama, con la mirada perdida buscando el sueño, me sumí en la tranquilidad.

Abrí los ojos, y lo máximo que mi vista podía percibir era un punto lejano de luz que a pesar de ser minúsculo iluminaba todo mi cuerpo. Me dirigí hacia él y de pronto me encontré rodeada de árboles y de una espesura verde que transmitía vida. Aquello formó una sonrisa en mi cara, y tomé todo el aire que pude, ensanchando mis pulmones llenándome de aquella vida.

Comencé a cantar aquella canción que escuché en la radio y pegué un saltito al oír el eco que formaba mi voz, y a continuación reí por la impresión.

Me tumbé en la hierba, esperando a que el sol me iluminase por completo, aunque sin esperar que brillara como en Crepúsculo. Ese pensamiento hizo que riera otra vez, pero en esa ocasión el eco no me asustó.

Me levanté, con intención de descubrir algo más de aquel pacífico lugar. Toqué cada una de las hojas verdes que encontraba a mi paso, cuando de repente encontré una flor que destacaba en el lugar, sus pétalos resaltaban con un pasional color rojo, mientras que su tallo era de un oscuro color verde, con alargadas espinas que salían de él. Mis manos fueron solas como si tuviesen su propia vida, y decidieron tocarla para llevarme en mis dedos un trocito de aquella naturaleza, o quizás para dejar mi propia huella. La flor, con su propia vida se contrajo y de pronto, comenzó a palpitar como si del corazón de aquel hermoso lugar se tratase.

No sentí miedo.

Mis ojos fijaron la mirada en aquel espectáculo de la naturaleza que me estaba brindando, todo aquello debía permanecer en mi mente, como cuando ves tu película favorita tantas veces que eres capaz de seguir todos los diálogos, incluso adelantándote a los propios protagonistas.

Porque, el poder de la mente es impresionante, es capaz de guardar los momentos más atroces para poder sacarlos en los días débiles y así poder destrozarte un poco tu rutina. Aunque este no era el caso, ya que aquella flor transmitía vida, gobernaba el lugar donde querría vivir, y aunque me hubiese propuesto llevarme algún trocito de la vida anterior, sin embargo ahora un pensamiento egoísta presidía mi mente queriendo tener el mismísimo paraíso solo para mí.