lunes, 9 de diciembre de 2013

VII. Woods.

-Alejandra, Álex, Alejandra, ¡despierta!

Noté como me zarandeaban, me desperté con la respiración acelerada, no sabía dónde me encontraba.

-¿Qué...qué pasa?-dije aún soñolienta.
-¿Que qué pasa? Te has quedado dormida en medio del bosque. ¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Te encuentras bien?
-Sí...sí, creo que sí. ¿No tendrás algo de agua?
-Sí, claro, aquí tienes. -Aitor me dio una botella de agua, bebí con ganas, me sentía sedienta, vacía.-Bueno...ahora me puedes decir ¿qué ha pasado? ¿Te ha traído alguien aquí?
-No, ¡no! ¿Qué te ocurre, Aitor? Te encuentro alterado...
-Lo siento, estaba preocupado. Me llamó Nana porque no sabía dónde estabas y no sé cómo mi intuición me ha traído hasta aquí. Anda, ten-se quitó su chaqueta y me la puso por encima de los hombros, olía a él, era reconfortante.

Nos hallábamos en el bosque, y  supuse que serían aproximadamente las 7 de la tarde de un frío otoño; el cielo comenzaba a oscurecer, tomando un tono azul característico relacionado con el frío, las hojas bañaban el suelo con toda su espesura, y aparecía la primera humedad acompañada de helada de la noche. A pesar de ser una noche fría, yo no me sentía así, quizás sería por la chaqueta de Aitor, que pronto le devolví al no poder verle sin ella-se estaría helando-o quizás sería otra de las muchas cosas raras que me estaban ocurriendo. Opté por la segunda, pero no le di importancia. 

Aitor me dirigió más allá del bosque, comenzando en la parte de las montañas, algo que me extrañó, pero aún a eso no le di importancia. Probable era que ya estuviese acostumbrada a las cosas extrañas, por lo que no me incomodaba y menos con su compañía.

El sonido principal eran nuestros pies pisando las hojas secas del suelo junto a la respiración de Aitor. Un hilo de vaho le salía de la nariz, y le daba al paisaje un toque azul blanquecino, hacía que lo viese aún más reconfortante. 

De pronto comencé a preguntarme lo que siempre me preguntaba cuando viví las cosas extrañas, sentí que volvía a aquella horrible rutina: ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué nada me parecía extraño? ¿Por qué me llevaba Aitor más allá? Y lo más importante, ¿por qué me sentía tan bien? La última pregunta la respondí de inmediato, yo misma había soñado con un bosque en el que lo dibujé en mi mente como mi propio paraíso, a pesar de encontrarme sola, lo encontraba cómodo y no sentía ningún tipo de miedo, eso era algo que había cambiado.

Aitor se paró de repente, y se me ocurrió mirar más allá de él. Era impresionante, nos encontrábamos encima de las montañas, ya habíamos pasado el banco de niebla, y desde allí podían observarse todas las luces de la ciudad como puntitos pequeños simulando las estrellas, cada una con su parte especial. Nosotros podíamos ver todo el pueblo, en cambio ellos ni se podían imaginar que nos encontrásemos allí.

Aitor se sentó, y yo le imité. Aquel paisaje que se encontraba en frente de nosotros me causó una sonrisa. Noté cómo Aitor me miraba, pero no quise mirarle, no quizás del modo en el que me miraba él. Sacó su teléfono móvil, y me levanté suponiendo que aquel momento de relajación había acabado y que estaría llamando a Nana para no preocuparla ya que volveríamos a casa. Pero él, al verme con el ademán de irme, dio unos golpecitos en el suelo con sus manos, que estaban cubiertos de unas manoplas.

-Quédate.

No dije nada, porque no sabía que decir y porque a lo mejor no había que decir nada. Nunca me había encontrado en una situación así, pero al no verla grave y comparándola con las anteriores, opté por sentarme, esta vez más cerca de él.

De pronto, comenzó a sonar una canción, una canción que él empezó a cantar en susurros, cada vez subiendo el tono de su voz más. No sabía que Aitor cantase tan bien. Enfatizó en un frase:

''El aire de aquello que nunca te dije, palabras que el viento a su antojo dirige''.

Me marcó, me quedé petrificada y sin saber cómo actuar, comencé a reírme a carcajadas, pero paré, porque supe en el momento que no era una buena respuesta a eso. Y aún así, Aitor no se lo tomó mal.

-Sé que canto mal Álex. Es algo que deberías saber hace años.
-No, no, no Aitor, para nada. Es más...me...me encanta tu voz.-Me ruboricé, aunque nadie más que Aitor podía pasar tanta vergüenza.
-Entiendo...Gracias.-Apareció una medio sonrisa en su cara.
-Ya que veo que tú no tienes la intención de decírmelo, ¿qué hacemos aquí?

Aitor se aclaró la voz, sus manos temblaban.

-Verás...-tartamudeaba y por ello posé mi mano en su brazo. Suspiró de tranquilidad.-Este lugar, es mi favorito, de aquí. Lo veo especial, y desde hace años cada vez que me encuentro mal y necesito evadirme, vengo aquí. Desde aquí todo se ve más pequeño, y no sé por qué, pero pienso que mis problemas son tonterías a comparación de los de los demás.-Señaló hacia las luces de las casas.

-Cada problema es importante, no tienes porque sentir tus problemas inferiores.
-Lo sé...Pero, realmente no quería decirte esto.
-Bien, tú dirás...

Y no dijo nada. Simplemente me besó.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas y sólo una cosa aparecía en ella, ¿pertenecíamos a un sueño o a la realidad?

-La canción que canta Aitor es 'El día que hizo más viento que nunca' de Carlos Sadness-


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