domingo, 15 de septiembre de 2013

IV. Paz.

-¿Nana?-pregunté mientras bajaba las escaleras dirigiéndome a la cocina. Parecía que estaba hablando por teléfono, así que no quise hacer ruido por si la molestaba. Aún quedaba eso en mí, la paciencia, aunque estuviese en reservas porque la iba consumiendo poco a poco.

-Sí, Malik...Lo entiendo...-había demasiadas pausas en su conversación, parecía algo seria.-Sí sí...La llevaré al médico,  y espero que no sea nada...Es demasiado pronto para ella, solo tiene 16 años.

¿A qué se refería Nana? Quizás era por la hija de alguna vecina, pero...No podía ser, había comentado algo de un médico, aunque esa chica se podría haber quedado embarazada y había confiado en Nana para ayudarla.

Aparecí en la puerta de la cocina pero no quise hacer preguntas, no quería entrometerme en ningún problema más, ya tenía bastante. Nana sonrió al verme pero aún seguía con el plan de no preguntarme nada por si la respondía mal, y la entendía, de verdad que la entendía. Quitándome aquella idea de la cabeza quise enfrentarme ya a mis problemas y hablar con Nana.

-Nana...
-¿Sí, cariño?
-Me gustaría contarte algo...
-Oh, no me digas que te gusta algún chico, cuéntame. Pero espera, dejo esto y nos sentamos en el sofá.-dijo dejando un cuchillo en el fregadero.
-De acuerdo, te espero allí.-como sabía, la paciencia se me estaba agotando...Pero esa situación la veía de un imposible tremendo, necesitaba desahogarme, quitarme esa carga de encima que me estaba presionando el pecho, hasta tal punto de dificultarme la respiración.

Me senté en el sofá, en mi sitio favorito, donde tantas veces el sueño me había vencido y acababa dormida con unos sueños totalmente opuestos a los de ese momento, cuando lo más importante era no salirse al pintar un dibujo ya hecho, cuando aún era inocente.

Nana llegó con vasos llenos de agua para ambas, yo bebí del mío, mi boca estaba muy seca, no sabía cómo empezar. Definitivamente me tomaría por loca.

-Cariño...cuéntame.
-Bien...por dónde empiezo...-empecé a sentirme incómoda, me temblaban las manos y temía desmayarme otra vez.
-¿Qué te pasa? ¿Te encuentras bien? Tranquilízate...Sabes que puedes contarme lo que sea.
-Lo sé, esto es muy difícil...-''Pero debo hacerlo'', me decía en mi mente una y otra vez.
-Respira hondo, con calma.
-Verás...-era incapaz de mirarla-Llevo varias semanas encontrándome extraña, no sé qué puede ser. He pensado que quizás son las hormonas como te comenté, pero ya ha pasado bastante tiempo y no creo que sea un virus. Podría ir al médico, supongo que allí me lo solucionarán.
-Claro-respondió con media sonrisa aunque se la notaba algo nerviosa-Si quieres hoy mismo pido cita para mañana, ¿te viene bien?
-Sí, cuanto antes mejor.-Mi respiración comenzó a ir bien. Bajó la presión de mi pecho.

Aquella noche era la primera que la pasaba bien después de tanto tiempo. No hubo pesadillas, no que yo recordase, y me sentí bien. Había una parte de mí que pensaba que ya podría vivir tranquila, y otra no, porque ¿y si volvía a recaer? Sería horrible. Aunque me quedaba la satisfacción de que iría al médico pronto y probablemente todo se fuese a solucionar.

De pronto recordé había olvidado un detalle, un detalle muy importante, quizás el que más, mi sangre, aquella sangre azul y brillante que había visto aquel día, que hizo obsesionarme con el tema, con la que tuve múltiples pesadillas, la misma que tenía Nacho. ''Si mi cabeza lo ha olvidado será porque no tendrá demasiada importancia'', pensé.

Dos días después fui al médico, y al llegar a consulta me encontré con una inesperada sorpresa.

-Alejandra Lecussan, ¿verdad?-llevaba bastante tiempo sin escuchar mi apellido, sabía que era de origen francés porque el bisabuelo de mi padre lo era, pero no me había percatado hasta ese momento.-Bien, primero debo saber qué te pasa antes de hacerte los análisis.
-De acuerdo...-Quería contar todo lo que me ocurría, pero prefería no mencionar lo de la sangre, creía seguro que formaría parte de mi imaginación debido al mareo que tuve.-Llevo semanas encontrándome mal, el pelo me crece sin sentido...Las ojeras siguen ahí, y tengo unos sueños malísimos. No sé qué puede ser...
-Bien, procederemos a hacerte las pruebas, pero para ello debes estar dormida. No te preocupes, no sentirás daño. Sólo un pequeño pinchazo.-Seguro que ese pinchazo no era nada comparado a los que sentí cuando me salió la sangre del brazo. Y no entendía por qué debía permanecer dormida, aunque cedí en aquello, era médico, quería ayudarme.

Estuve dormida durante dos horas y salí como nueva. Me sentía bien, tranquila, en paz...Cuando salí de la sala de pruebas, vi como Nana y la doctora hablaban en bajo, no quise pensar en que algo malo me estuviese pasando, porque por primera vez me sentí en paz, algo que ni la música pudo conseguir.

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