viernes, 31 de enero de 2014

XI. Strong.

Aparté la cortina de la ventana y me quedé observando el jardín que desprendía un color verde, incluso pareciendo que olía aquel olor a hierba fresca como cuando Aitor y yo nos perdimos en el bosque.

Otro día más, pero este iba a ser diferente. No iba a permitirme caer en las garras de aquel destino maldito durante mucho más tiempo, debía luchar por lo que yo quería, y lo que quería era seguir viviendo. Decidí dejar de estar tumbada en la cama, aquella habitación que había sido mi refugio por quién sabe cuántos días. Desayuné despacio, tomándome mi tiempo, disfrutando el sabor del café. 

Otro día más, por el que iba a luchar.

Me adentré en el instituto con una sonrisa en la cara. Realmente no sabía si eso iba a ayudarme de alguna manera, pero pretendí aparentar normalidad, algo que sería imposible. En cuanto entré por la puerta todo el mundo me observaba con caras que reflejaban extrañeza cosa que a mí no me pareció extraña. Aquel día no me miré al espejo, la facilidad de peinarme me la dio mi pelo liso -y largo en ese momento- así que me hice una coleta.

-¡Álex!-oí a mis espaldas. No sabía si darme la vuelta o seguir con mi camino, la voz era familiar. Me detuve.

Alguien me posó su mano en mi hombro. Se trataba de Nacho.

-Nos toca Historia, ¿recuerdas?
-Oh sí, sí, claro...-Aunque no entendí su normalidad, sonreí al ver que las cosas parecía que iban siguiendo su ritmo natural por el momento.-¿Qué tal estás?
-Bien, bien.-Paso su mano por encima de mi espalda, y apoyó su mano en mi hombro de nuevo.-Aunque Historia no me entra, ¿sabes? Deberías echarme una mano con tus resúmenes-se echó a reír y yo fingí la risa también.
-Claro-sonreí.

Seguía sin entender aquel diálogo, ¿por qué no me preguntaba cómo estaba? ¿Por qué no había mostrado ni una pizca de preocupación sobre mí? A pesar de ello, no le di importancia. La normalidad era lo que quería, ¿no? Así que seguí adelante con aquella estúpida situación que quizá cambiaría las cosas.

-Buenos días, señorita Alejandra. Creo que hablo de parte de todos tus compañeros deseándote que estés bien y tomes el ritmo de los estudios de nuevo.-Dijo mi profesor de Historia al verme entrar en clase.
-Gracias-respondí con otra sonrisa fingida.

De nuevo todo el mundo volvía su vista hacia mí pero no quise decaer, saqué mi libro y mis apuntes y miré al frente. Mientras tanto, mi guardaespaldas, Nacho, echaba miradas amenazadoras hacia los demás. Le di un codazo y se detuvo, me mostró una sonrisa junto con una mirada con la que parecía pedir perdón. Afirmé con la cabeza y seguí a lo mío.

Tocó el timbre, de lo que me había parecido una de las clases más largas de mi vida. Quise tener mi propio espacio por un momento y le dije a Nacho que iría al baño un momento. Fue un intento fallido, ya que me acompañó hasta la puerta.

Dentro, sin saber qué hacer, me lavé las manos y me eché algo de agua en la cara para despejarme aunque no me encontrara cansada. Inevitablemente me miré al espejo. Me encontré guapa, algo que era raro ya que nunca me había echado piropos a mí misma, me veía de lo más normal hasta ese momento. La coleta me sentaba bien, y al contrario que los demás días mis ojos tenían un brillo particular, lo que me recordó a aquel Sol que entraba por la ventana de mi cuarto.

Salí del baño, y Nacho se encontraba allí. Me recibió con un beso en la mejilla. Situación incómoda que intenté evitar al alejarme algo de él. Quería saber qué pasaba, pero no quería que me afectase la respuesta.

-Nacho, ¿puedo preguntarte algo?
-Claro, lo que quieras.
-Lo primero, ¿por qué eres así conmigo? Que yo recuerde...tú y yo no nos llevábamos bien y además a eso se le suma que te rechacé. ¿Qué quieres? Por otra parte, llevo mucho tiempo desaparecida, ni yo sé cuánto y tú ni siquiera te dignas a preguntarme qué tal estoy. Pensarás que es cuestión de egoísmo, pero no. Llevo mucho tiempo en soledad y me gustaría encontrar apoyo en alguien, aunque sé que tú no seas el más indicado. Perdóname, pero no entiendo tu insistencia. Necesito algo de espacio y paz, que es lo que llevo buscando este tiempo, y necesito apoyo, pero tú no eres a quién quiero.

Le miré a los ojos después de soltar todo aquel discurso y le noté afectado. Cerró los ojos y su mandíbula se dibujaba apretada en la cara. 

Me alejé, con ganas de ver a Aitor, de abrazarme. Sabía que él iba a ser el único que iba a hacerme sentir bien e intentar ver un futuro bueno, que tuviese los baches oportunos, pero en el que no estuviese aquella mala racha que había arruinado parte de mi adolescencia.

No tardé mucho en encontrarme a Aitor, estaba en su taquilla, metiendo sus libros. Me acerqué despacio, quería disfrutar el momento hasta abrazarle y volver a disfrutar abrazándolo. No fui yo quién tomó la iniciativa. En cuanto me vio tiró sus libros al suelo y se abalanzó sobre mí. La gente seguía mirándome, pero ya no me importaba. Me sentía querida, por él, por el único al que quería que me importaba lo que pensase-y Nana también, por supuesto-.

-Te he echado de menos-me susurró al oído.-Pero estás aquí, se te ve bien, estamos y estaremos bien.-Continuó diciéndome mientras posaba sus manos en mi cara.

La siguiente sonrisa que me salió no era fingida, al contrario, reflejaba la más pura y verdadera felicidad que había poder sentido y mostrado hasta aquel momento. Me sentía viva y feliz. No quise soltar a Aitor, por lo que volví a abrazarlo con la mayor fuerza que era capaz de demostrar mi cuerpo, y apoyada mi cabeza en su hombro vi a Nacho al final del pasillo con la misma expresión con la que le había dejado. No quise estropear aquel momento, así que cerré los ojos y disfruté.

Mi mejor apoyo, la mismísima fuerza estaba conmigo. 

Estaba junto a mí. 

Estaba en mí.


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